jueves, 16 de julio de 2009

Llevo más de sesenta minutos tumbada, con el portatil en el regazo y la mirada fija en una página de perfil. Más de sesenta minutos pasando el cursor por encima de un "agregar amigo" que se alterna con un "mandar un mensaje".
Y todo eso se mezcla con una foto de hace años, las letras azules de facebook y caritas de unos cuantos afortunados y se convierte en una mancha acuosa.

Se que no tengo que escribir esto, tanto como sé que no debo pulsar ese botón izquierdo. Lo que haría, ahora mismo, si pudiera, sería subir al castillo, asomarme a jaén desde arriba y gritar con todas mis fuerzas.
Pero aquí sigo, en silencio, con un pepito grillo que me dice que pulse una flecha que borre todo lo que he escrito en vez de pulsar ese botón tan naranja: "publicar entrada".

Pero...